La batalla venezolana contra la Carta Democrática de la OEA
El trasquilado Secretario General de la Organización de
Estados Americanos, Luis Almagro emplazó
ayer al Consejo Permanente del organismo hemisférico a decidir si le aplica la
Carta Democrática a Venezuela
Autor: Pablo Valiente | internet@granma.cu
3 de junio de 2016 16:06:18
El perro huevero siempre vuelve por sus fueros, aunque le
quemen el hocico. Eso está ocurriendo con el trasquilado Secretario General de
la Organización de Estados Americanos, OEA, Luis Almagro quien emplazó ayer al
Consejo Permanente del organismo hemisférico a decidir si le aplica la Carta
Democrática a Venezuela. "Hoy más que nunca urge fecha reunión Consejo OEA
para abordar Carta Democrática #Vzla #DemocraciaEnVzlaYA", escribió
Almagro en la red social Twitter, con un discurso que emula con el del
vociferante jefe del parlamento venezolano Henry Ramos Allup.
Su reacción expresa todo el berrinche por la derrota de sus
planes y por los indignados reproches de las delegaciones nacionales a su
conducta lacayuna, injerencista y excedida en prerrogativas, así como el rencor
y desprecio hacia Venezuela y sus diplomáticos, que se comportaron a la altura
de su heroico pueblo. Almagro ha llegado a descalificar a la declaración resultante
de la negociación y el consenso mayoritario y, oportunistamente, ha salido a
respaldar la iniciativa de la Unión de Naciones Suramericanas y de los
expresidentes José Luis Rodriguez Zapatero, de España, Leonel Fernández, de
República Dominicana, y Martín Torrijos, de Panamá, proponiendo que
impresentables personajes del peor sainete político iberoamericano, como José
María Aznar, Oscar Arias y otros, se sumen al esfuerzo... para corromperlo.
Como se sabe, la Carta Democrática Interamericana fue una imposición
de Estados Unidos a la región, acordada en la III Cumbre de las Américas
celebrada en Quebec, en abril de 2001, e impulsada por los gobiernos
neoliberales de aquel momento en la 28 Asamblea General de Lima, en septiembre
del mismo año. Luis Alfonso Dávila, un exmilitar y exdiplomático libre toda
sospecha por su furibundo antichavismo, dijo entonces que la Carta “era un
proyecto con poco aliento de pueblo, sin definiciones en cuanto a la lucha
contra la pobreza, un proyecto con un cierto sesgo punitivo que podía
quebrantar, incluso, algunos fundamentos de la Carta de la OEA… y que
establecía una débil relación entre democracia y derechos humanos, no hablaba
de la defensa del ambiente, de los derechos de la mujer, de los pueblos
indígenas, de los trabajadores ni de la igualdad de género... [en el que] el
concepto de soberanía aparecía desdibujado…”
No se sabe si Almagro, que en aquellos años sí se dedicaba a
la diplomacia y no a la guerra, conocía de esto. Lo cierto es que procedió a
montar en Washington el show para enjuiciar a Venezuela con un despliegue
mediático inusitado, que contó con el respaldo incondicional de la gran prensa
transnacional y de algunos personajillos de poco, triste y ningún recuerdo, así
como se lució en un enfrentamiento personal muy visceral e indigno con el
presidente constitucional de Venezuela, el compañero Nicolás Maduro.
Uno tras otro, comenzó a cometer disparates, como el de
conceder a representantes de la oposición parlamentaria la representatividad
del gobierno bolivariano. Con su ayuda y la de otros “smart advisors” (dicho
así, “asesores inteligentes”, en su idioma), construyó un informe de 132
páginas plagado de mentiras, manipulaciones y denuncias, en el cual codificó
ocho recomendaciones injerencistas del organismo hemisférico que eran, a su
vez, las demandas de los opositores al gobierno venezolano.
Para garantizar el éxito de su campaña, se requería
sorprender a las autoridades de Caracas y a todas las delegaciones que no
formaran parte del plan. Por eso, el Secretario General negoció en secreto con
algunos países y reveló las recomendaciones del informe. Luego filtró el texto
íntegro a la prensa y escondió la solicitud de convocatoria del Consejo hecha
por Venezuela y la propuesta de declaración presentada por este país. Tampoco
distribuyó las misivas que el presidente de Bolivia Evo Morales y el primer
ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit, dirigieron al Consejo. Hacía tiempo
que no se veía tanta falta de ética política. El miércoles 1, cuando comenzó la
sesión especial del Consejo Permanente, el ambiente era denso en la OEA: a la
indignación colectiva por el evidente abuso de derechos y mala fe, se sumó que
la inmensa mayoría de los países no conocían el documento, en especial los
caribeños, para los cuales ni siquiera hubo una cortés traducción, signo del
desprecio con que los trata.
Según testigos, ni las furibundas diatribas estadounidenses
ni las rencorosas reservas paraguayas pararon la rebelión. El proceder de
Almagro colmó hasta la paciencia del presidente de turno del Consejo
Permanente, el embajador argentino Juan José Arcuri, quien mostró su evidente
malestar en un mensaje que refleja el sentir de un buen número de países, que
consideran que Almagro está actuando por su cuenta y pasando por encima de ellos:
"Alguien lo dijo por ahí y creo que no se repite lo suficiente, los
Estados somos los dueños del organismo". Antes, Arcuri había negado la
palabra al término de la sesión al jefe de gabinete de Almagro, Gonzalo Koncke,
en un desplante que los más veteranos del organismo consideraron insólito, y
que motivó ofensas del cabecilla parlamentario caraqueño Ramos Allup al
presidente argentino Mauricio Macri.
En negociación intensa, no exenta de escollos, y respaldados
por sus muchos hermanos, los venezolanos no solo derrotaron el plan
imperialista del Secretario General para aplicar a su país la misma Carta
Democrática que no sirvió para frenar los golpes de Estado o los intentos de
golpe que en los últimos quince años han estremecido la región, empezando por el
de 2002 en la propia Venezuela, donde hicieron trizas la recién estrenada
Carta, o el de Honduras, levemente reprochado en 2009 y perdonado en 2011.
También desmontaron las pretensiones de imponerle al gobierno bolivariano la
interpretación opositora de la constitución, las leyes y la democracia en su
país e hicieron valer el fundamental derecho de los pueblos a su libre
determinación.
Con serenidad y firmeza, Bernardo Álvarez, representante
permanente de Venezuela, denunció una vez más la brutal oleada de ataques
políticos y mediáticos contra su patria y enfatizó la importancia del
acatamiento de la soberanía y la independencia de los estados, mientras
ratificaba la voluntad de su gobierno de discutir de todo y buscar acuerdos,
pero siempre sobre la base del respeto y el diálogo entre iguales, preservando
la paz, la seguridad de su gente, y la convivencia armónica de las naciones.
Tuvo también palabras justas y merecidas de recuerdo para el presidente Hugo
Chávez Frías, quien “nos acostumbró a vivir en situaciones extremas y a
vencerlas”, recordando con optimista realismo que habrá nuevas batallas por
adelante, y que sobrevendrán mayores dificultades, pero que los venezolanos las
vencerán. No le faltaba razón.
Ahora el Sr. Almagro, la OEA y los medios de comunicación
transnacionales a su servicio se esmeran en un control de daños y explican a
todo el mundo que la sesión que tuvo lugar no es la que se convocó en nombre de
la Carta Democrática, pretendiendo responsabilizar a algunos países por no
haberse montado en el carro de guerra del Secretario General y exigiendo una
nueva y apresurada sesión antes del huracán que puede avecinarse en la 46
Asamblea General, prevista para el próximo 13 de junio en República Dominicana.
Una vez más la vieja Organización de Estados Americanos se
nos ha revelado tal cual es. Luis Almagro ha hecho honor a su origen político
blanco, partido de la derecha uruguaya en cuyas filas se formó y militó durante
años, aunque después mutara hacia una izquierda donde nunca encontró confort. En
menos de un año se ha portado como lo llaman desde niño: un “oso”, torpe y
agresivo, y ni en ese bosque tenebroso que es la OEA, lo quieren bien. Algunos,
como el Consejo de Asuntos Hemisféricos (COHA, por sus siglas en inglés) y 81
organizaciones, instituciones y personalidades de Estados Unidos y Canadá
descalificaron la postura injerencista del funcionario y denunciaron los daños
que causa. Otros se preguntan si será posible aplicarle un impeachment.
Como muchos otros compatriotas que hemos recordado en estos
días las épicas peleas cubanas dentro de la OEA en los años sesentas, albergo
la seguridad de que el invencible espíritu chavista que se vio en la batalla
diplomática de Washington, ya inunda los corazones y las mentes del pueblo
venezolano, y que por grandes que sean las dificultades, por retrocesos
momentáneos que sobrevengan, nada ni nadie podrá revertir o ignorar su inmensa
huella en la historia de Nuestra América.